viernes, 14 de noviembre de 2008

Miguel

Llevo tiempo intentado escribir sobre este tema y no se si al final lo conseguiré, mi vida no ha sido fácil, con nueve años me mude a casa de una amiga de mi madre que se había quedado viuda, a los 19 ella murió y yo volví a casa de mis padres y entonces tuve que empezar a encajar de nuevo en la familia propia, pero algo que hice siempre durante esos 10 años es pasar las vacaciones en compañía de mis hermanos y primos.
De los 19 a los 27 no hablar, dos fracasos sentimentales que me hicieron renegar del "para toda la vida" y después y hasta ahora, dar tumbos intentando encontrar eso que llaman felicidad.
Pero no es de esto de lo que yo quería hablar, quería contaros la historia de la persona más valiente que he tenido el honor de conocer.
Se llamaba Miguel y desde el día que nació hasta el día que decidió dejarnos fue un ejemplo de superación.
Con 28 años de edad le diagnosticaron un cáncer terminal y entonces comenzó para el la más maravillosa de las aventuras posibles, decidió luchar y vivir y darnos a todos una lección.
Lucho como un jabato, pero hay cosas que son insuperables y esta lo iba a ser y cuando un 30 de septiembre le dijeron que era ya el final decidió mirar a los ojos a la muerte y hablarle de tu a tu.
Recuerdo los 42 días que pasamos en una habitación del Hospital Universitario de mi ciudad, teníamos entrada libre, el estaba sólo en la habitación, con lo que no molestásemos a nadie. Recuerdo que contábamos anécdotas increíbles de cuando eramos pequeños, bueno ellos eran pequeños y yo dormía entre Miguel y mi hermana pequeña en una alcoba en la que solo cabía una cama antigua de 1,20, digo que dormíamos cuando yo pasaba toda la noche sacando a un niño o al otro del hueco que quedaba entre el colchón de lana y el travesaño de madera de la cama y la pared de la alcoba.
Recuerdo a uno de sus amigos grande cual castillo promoviendo todo tipo de juergas moderadas para que en aquella habitación no hubiera tristeza.
Recuerdo que entre sus peticiones peregrinas hubo una que me llamó la atención, mi cuñada estaba embarazada de 7 meses y le pidió tocar su tripa, nunca había tocado la tripa de una embarazada, por supuesto todas las peticiones fueron aceptadas y esta con más motivo, cada vez que subía por allí nuestra "gorda" particular jugaba a ver si se movía su tripilla debido a las patadas del bebe.
Recuerdo al sacerdote filipino que ofició su funeral, que como no podía traer nada de su tierra para merendar, nos traía "filipinos"
Recuerdo tantas cosas....
Pero sobre todo recuerdo dos cosas, el día en que se despidió de mi hermana cuando yo ya no podía más y me eche a llorar me dijo una sola frase que me acompañará el resto de mi vida "Ana déjame irme, ¡estoy tan cansado!".
Y recuerdo el día que se fue... Aquella mañana, sentí la necesidad de acurrucarme a su lado, se durmió y ya no despertó, en aquel momento nos encontrábamos con el su mujer, con la que había tomado la decisión de casarse cuando ya sabía que se moría, y yo.
Aquella tarde recibí un mensaje escueto en mi móvil "Miguel se ha ido", mensaje que guardo en mi móvil y que de vez en cuando miro para no olvidarme de aquellos días, dos meses más tarde yo tuve el privilegio de mandarle un mensaje a su viuda con este texto "Ha nacido Miguel", mensaje que me consta que ella guarda.
Han pasado dos años de esto y aún lo echo de menos.

3 comentarios:

  1. Que triste...

    Pero bueno, la vida continua y estas cosas sirven para valorarla aun más...

    Saludos!

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  2. Así es la vida y la muerte, amiga Condesa. Yo también he sufrido la muerte muy cercana. Una, de mi pareja, que a pesar de tener una relación tumultuosa, se fue con 26 años. De eso hace ya ocho años. Pero no se olvida.
    Hoy , tengo pareja de nuevo, soy feliz, mucho, pero eso deja ahí una cicatriz que siempre está.
    Y luego mi madre, que también se fue hace dos años.
    Las personas se van. Nosotros nos iremos también.
    Pero has sabido terminar bien la historia: ha nacido Miguel.
    Pues seguro que sí. Ha nacido aquí, y habrá nacido en otro sitio también.
    Y hoy lo has hecho presente aquí.
    Perdona que me extienda, pero es que he sufrido tanto que sé lo que se puede sentir cuando escribes eso.

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